sábado, 21 de mayo de 2016

SERÉ UN ANCIANO HERMOSO EN UN GRAN PAÍS, manuel astur (sílex, 2015) & LA LECCIÓN DE ANATOMÍA, marta sanz (anagrama, 2014)

En la década del selfie, la autoficción comienza a estar desfasada. Estos dos libros, que por casualidad he leído casi seguidos, se anuncian "sin filtros" en un momento en que los filtros ya nos cansan. Los comento juntos porque tienen en común su vocación autobiográfica, de crónica, de ajuste de cuentas con quien fueron, al llegar a la "mediana edad" (35 y 40 años, respectivamente). La novela de Astur se vende como "ensayo emocional". Es un libro muy subrayable, con buenas reflexiones del autor sobre España, sobre la vida, sobre el arte... Reconozco que el autor me echaba para atrás por todo ese rollo del Nuevo Drama que se sacaron de la manga y que jamás entendí, pero como me habían hablado bien del libro, le di una oportunidad. Aunque no es un género que me atraiga demasiado, lo he leído con interés, al igual que el de Sanz: una autobiografía contada desde lo físico, desde los sentidos, desde la condición de mujer. En ella se desnuda, deja entrever sus defectos sin pudor. Astur se cuenta desde la cabeza y Sanz desde el cuerpo.

(me da a mí que, en breve, todas las librerías van a llenarse de selfies literarios, porque está en el aire, se respira en el ambiente... ¿Tú aún no has empezado tu autobiografía? ¡Pues ponte ya o llegarás tarde!)

DE ESTE PAN Y DE ESTA GUERRA, jesús zomeño (contrabando 2016)

He dicho en muchas ocasiones que soy fan de Jesús Zomeño y de esos poemarios (con forma de libros de relatos) que construye. Porque a mí no me engaña: parecen relatos pero son perfectos poemas. Me encanta su mirada a lo particular, a los detalles, convirtiéndolos en símbolo. Me encanta su sensibilidad, sus frases atómicas y perfectas. Sus personajes entrañables con ideas curiosas y tan locas (o cuerdas) sobre la vida, el amor, la guerra, la soledad... Un escritor que todo el mundo debería leer. Leer poco a poco, en pequeñas dosis, un par de relatos cada día, como se hace con los buenos poemarios. El único PERO que te pongo Jesús es que llevas demasiados años escribiendo (completando) un mismo libro: como Baudelaire, como Whitman... y me encantaría verte en otro (esta vez metafórico) campo de batalla, donde estoy seguro de que lo harías igual de bien. Como siempre, un placer adentrarme en esta particular visión de la I guerra mundial de Zomeño, que libro a libro ya es un poco la mía.

LA EDAD MEDIA, leonardo cano (candaya, 2016)


Era difícil que no me gustara este debut de Cano. Porque lo publicaba Candaya, porque venía recomendada por escritores que me gustan mucho como Javier Gutiérrez o Miguel Ángel Hernández, porque el escritor tiene mi edad y su relato tiene algo de generacional y, sobre todo, porque no tiene una estructura al uso. De hecho, la novela son tres historias entrecruzadas, una de mis estructuras favoritas (supongo que por influencia, entre otros, del guionista Guillermo Arriaga). Cada historia es radicalmente diferente a las otras, lo que convierte la lectura en un viaje ágil y variado por sus páginas. La primera historia, y la mejor de las tres, cuenta los años de formación de un grupo de adolescentes en un colegio de pago. Está escrita con mucha limpieza, con metáforas geniales que remiten al mundo adolescente y con un ritmo muy poético. Pero poesía a lo Bukovsky o a lo Carver, sin lirismos melifluos. La segunda, es una historia de amor contada exclusivamente con fragmentos de conversaciones de whatsapp: errores de escritura, sobrentendidos, malinterpretaciones, elipsis. La tercera es una historia narrada de forma objetiva donde vemos en qué mundo aburrido y previsible y frustrado han desembocado (y qué somos capaces hacer para conseguir al fin) los sueños de la niñez. Tres relatos: la infancia, la juventud y la madurez de un grupo de compañeros que, por edad, bien podría ser el mío, pues la música, las modas y las ilusiones que los acompañan durante toda la novela fueron también las mías. Una propuesta diferente.

FÁBULA DE ISIDORO, Julio Fuertes Tarín (Jekyll and Jill, 2016):


Mi interpretación de esta "fábula" es la necesidad de una vuelta al origen, al arje, a la mirada primigenia, desprejuiciada, anterior al velo cultural (entendido en un sentido amplio que incluye lo social, ideológico...). En fin, un artefacto de tintes antihumanistas (ese final Unabomber!) o al menos antiracionalistas donde va destruyéndose la forma e incluso el sentido. Una especie de deconstrucción posmoderna que se va cargando:
a) el lenguaje con la mezcla de tonos, citas y voces (algo así como el "Altazor" de Huidobro)
b) el narrador: quijotesco: poco fiable
c) el argumento, en un proceso de "carnavalización" (Bajtin) a lo Rabelais
d) los personajes que cambian de nombre y cualidades a lo "Candide" de Voltaire e) la estructura paratextual (el capítulo XVI)
f) la mezcla de géneros, a los que se suma la parodia. La moraleja: que debemos olvidar lo aprendido y volver a empezar dejando atrás inercias, vicios, prejuicios y esas cosas que se han hecho un ovillo y no nos dejan avanzar.

Vamos, eso saco yo. Pero desde "La metamorfosis" de Kafka, las fábulas ya no son lo que eran y sus finales ya no tienen esa moralina hollywoodiense (aunque en este final hay explosiones y todo)...